La era de las manos
debes cambiar tu vida”. Así es el verso final –e imperativo– del poema Torso de Apolo arcaico, escrito por el austriaco Rainer Maria Rilke en 1908. El soneto surgió de la fascinación del poeta al ver un antiguo busto de un hombre joven expuesto en el Louvre, y cuya belleza escultórica le inspiró para dar forma a esa orden: tenemos que tomar conciencia sobre nuestras posibilidades aún no exploradas y superarnos una y otra vez. Desde luego, no es casualidad que a Rilke le sorprendiera tener esa sensación cuando se encontraba inmerso en una experiencia estética de ese tipo y que luego profundizase sobre ello. Todo por un objeto arcaico. Una figura humana cuyo aspecto y proporciones son tan preciosas, tan perfectas, tan esenciales, que no han perdido su impacto…