Claves de la Razón Práctica Mayo - Junio 2017

Desde los orígenes del arte, de la fábula, del pensamiento y la religión, la principal y más distintiva tarea humana ha sido introducir en el mundo lo que en el mundo no se encuentra. Las palabras, los números, las formas, la perspectiva, la música, las leyes y la instituciones, la lógica, la moral... todo son aportaciones humanas a un planeta que durante milenios se pasó muy bien sin nada de ello y pronto –al menos desde un punto de vista cósmico–volverá a verse libre de tan ajenos embelecos. Los frutos de la imaginación y la fantasía, dejemos ahora de lado las diferencias entre ambas, se añaden a lo que hay realmente para transformarlo en lo humanamente real: de la mera curiosidad animalesca nos sacan la filosofía y la ciencia, convierten…

Aunque los seres humanos estemos presos en la cárcel de lo que llamamos realidad y sometidos, al mismo tiempo, a la presión de las sombras, brumas y calígines que se agitan en nuestro interior –incapaces por sí mismas de organizarse en un lenguaje articulado–, podemos convertir en imágenes todo ese magma interno. E incluso fabricar con él relatos y formas permanentes y reconocibles, o disfrazarlo con máscaras para soportarlo, gracias a lo que llamamos arte fantástico, que juega con la verosimilitud y permite que la realidad se entreabra y podamos comunicarnos con otros mundos, o más bien con nosotros mismos o con la muerte, sin la contrapartida de un castigo físico o social. Lo hemos hecho desde la más remota antigüedad, plasmando deseables piezas de caza (Altamira, Lascaux) –flotantes y ficticios…

El buen aficionado a la literatura fantástica siempre lo ha sabido. No existe género más idóneo para la especulación filosófica y la reflexión intelectual que aquél que, de una u otra forma, se sustenta siempre sobre el misterio, lo extraño y lo incognoscible. Del terror sobrenatural a la ciencia ficción, del horror psicológico a la ficción ocultista, incluso del relato detectivesco a la sátira utópica, el amplio abanico de temas, tonos y estilos que abarca la literatura de lo extraño (weird fiction, que dicen los anglosajones) ofrece un marco casi infinito para abordar las cuestiones esenciales de la existencia desde ángulos inéditos, atreviéndose, gracias a las licencias que otorgan fantasía e imaginación, a ir a menudo más lejos, más arriba y más abajo de lo que muchos renombrados pensadores, filósofos…

Decía el recientemente desaparecido Tzvetan Todorov, en ese libro inaugural y espléndido que es su Introduction à la littérature phantastique (1970), que fue en la segunda mitad del siglo XVIII, con la primera revolución industrial, cuando se dieron las condiciones objetivas para que surgiera en Europa la literatura fantástica stricto sensu, esa que tanta gente confunde con la fantasy, la ciencia ficción o la literatura de lo maravilloso, siendo como es claramente distinta de esas otras marcas literarias de la imaginación humana. Tuvo que aparecer en el horizonte la mítica algarada de 1789, con toda la carga racionalista que llevaba consigo, para que empezara a desarrollarse una literatura de escape de tanto raciocinio, tanto igualitarismo y tanta libertad mal entendida. Porque la literatura fantástica se gesta en una época que…

Stanley Kubrick ya lo representó con una sola imagen, o mejor, con una no-imagen, una elipsis, una transición instantánea desde el primitivismo al futuro inalcanzable. Todas las fantasías del hombre de transcenderse a sí mismo, de representar las formas ocultas de su ser y convertirse en lo incomprensible, o de alcanzar los espacios que le den una nueva dimensión, se encierran en ese instante entre dos fotogramas de 2001: una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968): un homínido lanza un hueso al cielo que se transforma en una nave espacial. La fantasía del ser humano (o prehumano) como herramienta para su desarrollo y la construcción de su futuro. Kubrick concentraba en esa no-imagen buena parte del cine fantástico que le había precedido y daba un vuelco a…

El mundo no existe, pero en la parte oculta de la luna hay unicornios que llevan uniforme de policía. Partiendo de esta llamativa paradoja y con la proclamación de una nueva corriente filosófica, bautizada de manera poco original como Nuevo Realismo, el joven profesor alemán Markus Gabriel, de la Universidad de Bonn, ha logrado en los últimos años un enorme éxito editorial y mediático, aupado al estrellato planetario –desde las frases de contraportada– por otra luminaria del pensamiento chic: Slavoj Žižek. Si vencemos los prejuicios hacia el marketing de solapas (“El Marc Márquez del pensamiento”, “El rockstar de la filosofía alemana contemporánea”) y desechamos la búsqueda rabiosa de la justicia poética (según la cual para equilibrar la balanza de la fama hay que cometer una injusticia equivalente), podemos asumir las servidumbres…