Claves de la Razón Práctica September - October 2022

Desde que hay memoria humana -desde que el hombre tiene memoria- la nostalgia ha estado de moda. Es el padecimiento (¿o el deleite?) humano más íntimamente ligado a la literatura. Tanto la épica como la lírica están vinculadas a la nostalgia, al encanto agridulce de los tiempos idos, al prestigio de lo que ya no volverá: los héroes de antaño, los paraísos en que vivían nuestros ancestros, los amores fugitivos pero eternamente recordados, las alegrías inocentes de la infancia, la salud perfecta y triunfal de la juventud en sazón… Sobre el esplendor perdido de la primera vez, de la única vez, de la irrepetible vez, hablan el Génesis y el poema de Gilgamesh, François Villon y Jorge Manrique, la tragedia de Calixto y Melibea y Romeo y Julieta… Marcel Proust…

La nostalgia ya no es lo que era. Hasta no hace demasiado tiempo, apelar a la añoranza del pasado era tanto como remitirse a un afecto privado, a una manera de rememorar el tiempo sido desde la intimidad y lo secreto. Confesarse nostálgico era poco menos que una coquetería, a medio camino entre la impostura estética y un reflejo de supervivencia. Eran nostálgicos quienes añoraban el cine en blanco y negro o las máquinas de escribir, los lectores de Cicerón -que a su vez era otro nostálgico - y, sobre todo, aquellas personas que seguían confiriendo una dignidad singular a la pérdida y a la melancolía. Los atributos de aquello que se había perdido, por supuesto, las más de las veces eran puramente imaginados. Tampoco importaba mucho y estaba bien…

“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió” Joaquín Sabina La tensión entre cambio y continuidad es uno de los ejes que atraviesan la acción y la discusión política: se interviene en política bien para modificar un estado de cosas considerado deficiente, o bien para preservarlo cuando se estima vulnerable, en riesgo, y preferible a sus alternativas. Entre Revolución y Restauración En el primer caso, los movimientos críticos y las fuerzas de vocación transformadora articulan sus diagnósticos y sus propuestas políticas en torno a dos grandes imaginarios: el de la invención, el “optimismo de la voluntad”, por decirlo al modo de Gramsci, y la esperanza en un futuro nuevo por construir, encarnado en la Revolución; y el del retorno o la Restauración a un pasado perdido y añorado, que se…

Aunque el concepto de nostalgia se acuñase en el Barroco, coaligando regreso (nostos) y dolor (algos), la cuestión se remonta a la noche de los tiempos. Afligía a Ulises en su tornaviaje como afligió a tantos que, con el correr del tiempo y con mejor o peor fortuna, emularon su gesta. Sea como fuere, hoy ya no consiste en un dolor por el regreso, sino en un dolor que siempre regresa. No es un estado de ánimo, sino, más bien, una dolencia generacional. La nostalgia contemporánea se asemeja, a grandes rasgos, a lo que en ganadería brava se denomina querencia: la inclinación a refugiarnos en el lugar que ofrece amparo. De ahí que nuestro coetáneo se cobije en espacios cerrados que le ofrecen seguridad y arraigo, como el aprisco nacionalista, del…

Cualquier tiempo pasado fue mejor”. La nostalgia nos consuela ante un futuro en el que hemos perdido nuestras referencias. Las de una generación que ha crecido estudiando a los clásicos, respetando al profesor y a los gobernantes. Que por toda información contaba con la misa del telediario por la noche y la lectura del periódico por la mañana. En un mundo en el que el silencio era posible. Un silencio apacible que concedía tiempo para la reflexión. Esa era la sociedad del siglo pasado, en la que yo crecí y gracias a la cual me formé. Y que hace que la revolución digital sea aún más violenta. Como toda revolución. Y es que nuestros valores se han invertido en unos pocos años: la imagen está por encima del texto, el…

El médico suizo Johannes Hofer acuñó el término nostalgia en 1688 para nombrar mi mal del espíritu provocado por el deseo de regreso a casa. Pero en sus variantes contemporáneas, ese anhelo que define la nostalgia no se orienta tanto hacia un lugar como hacia un tiempo. Un tiempo que casi siempre fue peor, pero fue nuestro. Native nostalgia, el primer libro del historiador sudafricano Jacob Dlamini, presenta un dilema penetrante. Dlamini es negro, creció durante el apartheid y sin embargo guarda un grato recuerdo de su infancia. Dlamini bosqueja una pregunta cuya respuesta se disputan la intimidad y la memoria colectiva: ¿qué hacer con los recuerdos felices de los tiempos sombríos? Su libro, claro, desató una notable polémica. La idea de que un joven de raza negra, víctima del infame…