LA REVOLUCIÓN
A Michel Foucault, hacia el final de su vida, le preguntaron en una entrevista si creía posible la revolución. Contestó: “Ésa no es la pregunta importante. Lo que debemos preguntarnos es si es deseable”. Rompía así con un mito ingenuo en el que muchos vivían (vivíamos) confortablemente: la revolución era la solución última de todos los malos sociales, pero -ay- pertenecía al inalcanzable reino de la utopía, que siempre estaba viniendo pero nunca llegaba. La idea sacrosanta de revolución nos permitía desdeñar todos los remedios parciales como insuficientes, parches que una mentalidad burguesa empleaba para mantener a flote la balsa del viejo orden; pero la permanente imposibilidad de realizar esa idea salvadora nos salvaba a su vez de la revolución misma, de la decepción y los nuevos peligros que encerraba.…