Entre MUJERES
de mi madre he heredado la sonrisa panorámica, la manera de caminar y las ganas de reírme. Ciertas expresiones divertidas, un lunar en la mejilla y la forma original de estornudar. El tono de voz, el secreto para doblar los jerséis o el cocinar siempre más de la cuenta. Además de los genes, de nuestras madres recibimos sobre todo lo inmaterial, lo eterno, lo que de verdad importa, lo que permanece. Esos valores universales e imprescindibles, como la educación, la amabilidad, la lealtad, el respeto, la humildad, el tesón, la generosidad..., que superan el paso del tiempo, trascienden las generaciones y nos llevan siempre a pensar: «Ojalá yo fuera como ella». Porque ellas nos trasmiten lo humano y lo divino, lo cotidiano y lo extraordinario, lo frívolo y lo serio:…