Aires de CAMBIO
los lazos en el pelo. Ninguna palabrota. Sentarse como una señorita. Esa falda del uniforme a media pierna (que rigurosamente acortábamos al doblar la esquina de casa). Nada de jugar al fútbol. Las flores, las muñecas rubias, Candy Candy. Soñar con encontrar a un príncipe... Ese era nuestro concepto de mujer cuando todavía no éramos más que niñas. O eso nos decían. La educación y la tradición únicamente atendían a dos etiquetas: la azul y la rosa. Nuestras madres seguían el dictamen mientras daban pequeños pasos hacia un cambio que aún se les resistía y en el que pocos las ayudaban. En aquel entonces, ELLE empezó a acompañarlas, a destacar su talento, a ejercer de caja de resonancia de sus luchas y a alentarlas para que buscasen su sitio en…