EL MEJOR VERANO
DOS REALIDADES SE SUPERPONEN en este primer cuarto del siglo que recorremos y que puede ver la más profunda transformación de la civilización –de alguna manera habrá que llamarla– mundial experimentada desde la Segunda Guerra. De un lado, el cambio climático se impone inclemente en una deriva suicida que acerca incertidumbres imprevisibles cada vez más inminentes: la degradación ambiental, el culpable calentamiento global determina un futuro incierto y amenazante. Por otro lado, la tendencia, casi una deriva entre condenada y costumbrista, que ha reducido la duración de los veranos de nuestra infancia transformando la inocencia extendida en urgencia compulsiva: hoy se trata de hacer cuantas más cosas mejor, ocupar cada minuto, correr de destino en destino, siempre breves y enfocados a un regreso precipitado que nos deja entre insatisfechos y…