EDITORIAL
En lo alto, el sol. Brillante hasta el punto de que debemos apartar la vista de él, poderoso porque da luz y calor y hace que toda cosa viva, y porque siempre vence a la muerte, desapareciendo por la noche para renacer con el alba. Para nosotros no es un misterio, pero lo ha sido para la mayor parte de las 2.400 generaciones que nos han precedido sobre la tierra desde que nuestra especie echó a andar fuera de África. El círculo megalítico de Stonehenge, alineado con los solsticios, ofrece un testimonio sobrecogedor de cómo los seres humanos de la prehistoria conectaban su existencia y la de sus antepasados con el astro más poderoso del firmamento. Un milenio y medio más tarde, Akhenatón y su esposa Nefertiti volvieron a demostrar…