EL FINAL DE UNA ERA
El sonido de las gaitas en Escocia anunciaba, el pasado martes 13 de septiembre, el traslado del féretro de la reina Isabel II rumbo a Londres. Las imágenes resultaban conmovedoras: una ciudad sumida en el silencio, mientras los ciudadanos veían pasar la procesión para despedir a su monarca. Isabel ya iba rumbo a casa, en su último vuelo, con destino a su morada final. Una mujer que a muy corta edad asumió un rol que no le tocaba, y al cual le dio prioridad, incluso, por encima de su familia. Tenía 26 años cuando comenzó para ella una nueva vida: la de ser reina y líder en un mundo complejo, el de la posguerra. Por encima de sus roles personales, la soberana privilegió su enorme responsabilidad, una que hoy es…