EDITORIAL
Existen en el mundo grandes naciones, grandes países que enamoran al viajero, unos por su forma de vida, otros por sus monumentos y por la grandiosidad de su civilización. Vietnam no es un gran país, tampoco tiene grandes edificios y sus monasterios, pagoda y templos quedaron la mitad de ellos destruidos por una guerra inútil. Pero la naturaleza le dio a Vietnam lo que ninguna guerra podía arrebatarle, paisajes dibujados por la mano de Dios, que asombran a sus visitantes. Unido a la sencillez y humildad de sus habitantes con un espíritu profundamente basado en el optimismo de Confucio, atrapan al viajero. Ho chi Minh - la antigua Saigón-se encuentra en el sur del país. Una ciudad que antaño era considerada la perla de Oriente y un gran centro de negocio. Muy cerca se encuentra…