CARTA DE LA EDITORA
Yerran quienes insisten en enfrentar una desbordante sensualidad a cualidades como la inteligencia, la ambición o la profesionalidad. Es simplista y deleznable reducir a una mujer a sus atributos, pero muy alentador contemplar cómo los más jóvenes entienden que no existe tal contradicción: se puede perrear y ser poeta, exhibir el cuerpo a placer y construir ensayos feministas, o poseer una de las bellezas más salvajes del planeta sin dejar de hacer uso de un discurso que prevalece por encima de ella. IRINA SHAYK es un ejemplo de muchos, rostro y voz de un número que también explora otro fenómeno igual de ‘esnobeado’ y denostado, la viralidad. Medio y fin de muchos de los desfiles de la pasada temporada, ofrece, cuando es bien entendida y orquestada, una amplificación sin límites…