JUGAR PARA GANAR
Si nos ponemos a hacer un Los diez con los momentos más felices de nuestra respectiva vida, seguro aparecen por ahí esas tardes que de niños pasábamos jugando con nuestros amigos o esas fiestas familiares que terminaban con todos sentados riendo alrededor del tablero de un juego de mesa. Luego uno crece y la vida “se pone seria”. Y es que el juego es algo que de inmediato relacionamos con la niñez o con cierto grado de inmadurez, de ahí el cliché del gamer cuarentón que sigue viviendo con sus papás comiendo cheetos de bolita rodeado por su colección de primeras ediciones de los muñecos de Star Wars. George Bernard Shaw decía que “no dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar”, y la neurociencia parece darle la razón: el…