CONVICCIÓN A PRUEBA DE ATAQUES
Les platico una anécdota. Era lunes por la mañana, salía del gimnasio y entré al elevador para bajar al estacionamiento. Dentro, una señora amagó en salir, pero finalmente se quedó, pues no era el piso que buscaba. “Buenos días”, le dije. Se quedó mirando y me confirmó lo que había pensado: “no era el piso que quería. Ese era el gimnasio, ¿no? ¡Uy! Eso no es lo mío, estar ahí como estúpido haciendo una rutinita o corriendo a lo tonto, ‘nomás’ no”, me dijo sin filtro, sin considerar siquiera que al que le hablaba venía de hacer “estupideces”. Le sonreí. “¿Sí, verdad?”, fue mi pregunta posterior para disimular mi “¡de qué demonios está hablando!” que traía en la mente. El elevador llegó a la planta baja donde la señora en…